lunes, 31 de marzo de 2008

Cuarto

Aislar: Cercar por todas partes. Dejar solo, incomunicar.
Encerrados en lo que somos. Nacionalidad, nombre, edad, genética. Sin salida de nosotros mismos. Aislados porque siempre irá primero el “yo” que cualquier otro pronombre. Dije “nosotros”, puedo decirlo, pero me refiero a mí. No puedo hablar más que con mi voz, sólo puedo ver con mis ojos. Muda sin mí, cegada por mí. Confinada en mi historia, en los 27 años que me condenan o liberan o justifican, en las cuatro paredes de mi existencia: los recuerdos, los miedos, los deseos y los anhelos. La soledad de la individualidad.
O, tal vez, yo soy la que me encierro para ser. Camino por las calles con mis audífonos, clausuro mis oídos con lo que me gusta. No dejo entrar el sonido de los coches que pasan a mi alrededor. Escojo ser parte de los ritmos de Fiona Apple. Soy lo que dicen que significa su música. Me aíslo de la banda, el country o el heavy metal. Elijo mi ropa y me separo de los hippies, darketos y emos. Estudio Letras y creo en la poesía de Pizarnik. No entiendo de motores ni campos electromagnéticos. Cada decisión forja mi identidad. Soy porque prefiero a David Lynch que a Mel Gibson, una cafetería a un antro, platicar a ver la televisión.
Además aíslo al mundo. Confino en mi indiferencia a las personas que gustan del béisbol. Recluyo en mi desprecio a los que quieren ir al lugar de moda. Encierro de afecto a mis amigos y familia. Hay tantos cercos que construimos alrededor de lo que amamos. La prisión de la fidelidad para la pareja, la cárcel de la fantasía para el objeto de nuestro deseo.
Estas palabras también nos aíslan. Escribo para acercarme pero todo es un movimiento doble. Me alejo porque uso palabras, porque sólo aluden a lo que quisiera decir. Siempre habrá una distancia entre mi intención y lo que logro comunicarte. Habrá una pérdida inevitable entre lo indecible y lo inteligible. Sin embargo, aquí estamos. Cada uno de su lado, compartiendo aislamientos.

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