viernes, 29 de agosto de 2008





viernes, 8 de agosto de 2008

La historia de mi cansancio

He intentado escribir esta historia tantas veces. Ayer, después de hablar contigo, entendí que no puedo contarla porque se trata de un cansancio crónico, sin desenlace. Estoy más cansada aún y sólo puedo pensar en aquello de Fiona: it´s my fault, it´s my life. Casi no pude dormir y tengo que estar aquí, trabajando, como si me importara un carajo. Hasta para dormir se necesita algo de fuerza y yo estoy demasiado cansada para cualquier cosa. ¿Por qué diablos me buscaste? Me oculto, me alejo, desaparezco, y sólo tú sabes cómo encontrarme. Y no sé qué hacer con eso... Si alegrarme porque tú sabes dónde estoy siempre... si odiarte porque no sabes el daño que me causas. Pero no, disculpa, se trata de mí, soy yo la culpable, hasta por omisión. Es mi responsabilidad aquello que espero, deseo.
Ojalá pudiera hablar con alguien, ojalá pudiera creer que las palabras sirven de algo. Anhelo estar en cierta cocina de hace 6 o 7 años. Parecía que me entendían. Supongo que todo es cuestión de fe. Pero eso ya quedó atrás. Hoy sólo me duele la cabeza, escucho a Cerati (Hablé de vos, de mis ansias, del día que nació de tu boca... trataba de explicar que ya no hay vuelta atrás. Hablé, hablé de todo) y trato de explicar en este maldito blog, como una carta en una botella echada al mar.
Y este maldito coraje contra toda la ciudad. A donde vaya no puedo huir. Un violinista en el metro, el cine del primer beso de reconciliación, el jarocho de los buenos tiempo, CU atardeciendo, la UAM llena de fantasmas por todos los rincones. Qué decir de los olores... La indefensión es completa cuando llegas así. Odio la lavandería de la calle Sur 21, el MUCA, el Rancho, Oaxaca y cientos de cafeterías de toda la ciudad. Odio aún más las madrugadas porque son tuyas.
Ya no sé nada entre tanto hastío. Me dicen que he cambiado. En algunas cosas para bien, en otras, no. A veces me preocupa. No quiero alejar lo poco a lo que me aferro. Entrar a tu cuarto, tus recuerdos importantes pegados en la pared. Y ahí, un cuento mío que te di hace mucho. O ese cumpleaños. Llegaste con un libro bajo el brazo, una dedicatoria muy simple en la portada. Tu único libro de Cernuda, con los poemas que hablaban de ella. No quería aceptarlo, era demasiado. Entonces, me dijiste: "Es que... creo que tú podrás entender...". No sé dónde poner estas cosas. ¿Qué hago con la lluvia de ese domingo en el Rufino Tamayo? ¿Y con el examen de morfo? ¿Con tu voz leyéndome el Quijote?
Hace mucho que no lloraba como ayer en la noche. No sé si el frío, tu voz, el hastío, tu voz, mi soledad, tu voz... And so it´s, just like you say it would be.
Mientras tanto, un día más sin ti... desintoxicación del cansancio perpetuo de haberte conocido.